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15 de noviembre de 2015

CARTAS DEL DIABLO A SU SOBRINO, de C. S. Lewis




«De hecho, el camino más seguro hacia el infierno es el gradual: la suave ladera, blanda bajo el pie, sin giros bruscos, sin mojones, sin señalizaciones.»
C. S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino.

            Cartas del diablo a su sobrino[1] es una novela epistolar en la que un demonio llamado Escrutopo le escribe a su sobrino Orugario, un demonio menor y principiante, con el fin de aconsejarle para pervertir y perder el alma de un hombre. Escrita por el autor inglés Clive Staples Lewis (más conocido como C. S. Lewis y mundialmente famoso por su saga Las crónicas de Narnia), la novela fue publicada en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial.

            C. S. Lewis fue un intelectual multifacético, de una complejidad y una profundidad innegables. Escritor, ensayista, profesor, crítico literario, medievalista y pensador cristiano, desplegó en estas cartas todo su saber teológico para desentrañar no sólo los «secretos» de la naturaleza de Dios y de los demonios, sino también las complejidades de la naturaleza humana y de la Salvación. En efecto, en las recomendaciones de Escrutopo conocemos en qué se centran los demonios a la hora de tentar a los hombres y, así, nos asomamos a las debilidades humanas y a la naturaleza de lo que generalmente entendemos por «pecado», que muchas veces no se corresponde con lo que los demonios (y Dios mismo) entienden por eso. Además, todo está escrito en un registro simple, que vuelve amena la lectura y golpea con la contundencia de lo que combina lo profundo con lo entendible.

            Usando la sátira como instrumento, Lewis muestra un infierno propio del siglo XX: una «oficina» en la que se hace un trabajo eficiente. De esta manera, los demonios trabajan en obtener su objetivo: la fagocitación de las almas humanas, cuando no de los mismos demonios. Orugario se propondrá la perdición del alma del «paciente» que le ha sido asignado. Si lo consigue, dicha alma será absorbida por los demonios en un acto de apropiación y anulación; si no lo consigue y el hombre se salva, él mismo será absorbido por su tío. De eso se trata la naturaleza infernal, de negar la esencia de los demás por medio de la anulación del más débil por el más fuerte. Por esto mismo, a diferencia de Dios que deja ser a toda su creación, el señor de los demonios es aquel que lo quiere todo para sí.

            Son varios los temas que se desarrollan en Cartas del diablo a su sobrino: la virtud, el amor, la modestia, el tiempo, las penas, los placeres, la risa, la oración, la propiedad, el libre albedrío, la muerte, el odio y una larga lista de etcéteras. Abordados con inteligencia y profundidad, estos temas muchas veces sorprenden por develar una realidad diferente de la que estamos acostumbrados a ver. A veces, lo que creemos malo no lo es tanto y lo que consideramos bueno no es más que un engaño del demonio para confundirnos y perdernos.

            Dadas las características de este artículo, sería imposible desarrollar una mínima parte de estos aspectos mencionados. Por eso, me conformo con señalar al menos uno: el de la propiedad. Según Cartas del diablo a su sobrino, el humano no es dueño de nada, y que se crea dueño de algo es un engaño del demonio. Principalmente, este engaño se centra en dos aspectos que forman parte de las convicciones indiscutibles de la humanidad: la propiedad sobre el tiempo y sobre el propio cuerpo.

1. Es absurdo que el hombre se crea dueño de su tiempo: «El hombre no puede ni hacer ni retener un instante de tiempo; todo el tiempo es un puro regalo; con el mismo motivo podría considerar el sol y la luna enseres suyos».[2]

2. Es absurdo que el hombre se sienta dueño de su cuerpo: «Los humanos siempre están reclamando propiedades que resultan igualmente ridículas en el Cielo y en el Infierno, y debemos conseguir que lo sigan haciendo. Gran parte de la resistencia moderna a la castidad procede de la creencia de que los hombres son “propietarios” de sus cuerpos; ¡esos vastos y peligrosos terrenos, que laten con la energía que hizo el Universo en los que se encuentran sin haber dado su consentimiento y de los que son expulsados cuando le parece a Otro!» (pág. 109)

3. Conclusión: «Y durante todo este tiempo, lo divertido es que la palabra “mío”, en su sentido plenamente posesivo, no puede pronunciarla un ser humano a propósito de nada. A la larga, o Nuestro Padre o el Enemigo[3] dirán “mío” de todo lo que existe, y en especial de todos los hombres. Ya descubrirán al final, no temas, a quién pertenecen realmente su tiempo, sus almas y sus cuerpos; desde luego, no a ellos, pase lo que pase. En la actualidad, el Enemigo dice “mío” acerca de todo, con la pedante excusa legalista de que Él lo hizo. Nuestro Padre espera decir “mío” de todo al final, con la base más realista y dinámica de haberlo conquistado.» (pág. 110)

            Con estas tres citas se puede ver cómo Lewis aborda uno de los tantos temas que Cartas del diablo a su sobrino desarrolla y profundiza.

            Sin lugar a dudas, estamos ante un libro revelador en muchos sentidos, que vale la pena leer y releer sin descanso, una y otra vez.






[1] En inglés The Screwtape letters (Las cartas de Escrutopo).
[2] Levis, Clive Staples, Cartas del diablo a su sobrino,  Buenos Aires, Andrés Bello, 2007, pág. 108. A continuación, las citas se harán según esta edición.
[3] Tener en cuenta que, como el que habla es un demonio, «Nuestro Padre» se refiere al diablo y «el Enemigo» a Dios.


***
Sobre el autor: Clive Staples Lewis (1898-1963) combatió en la Primera Guerra Mundial, formando parte del ejército inglés, y estudió lengua y literatura griega y latina en la Universidad de Oxford. En esta misma universidad fue profesor de inglés durante los años 1925 y 1955. Más tarde impartió clases de literatura medieval y renacentista en Cambridge. En Oxford entabló amistad con J. R. R. Tolkien, con quien creó el grupo Inklings (conjunto de escritores y profesores que, reunidos en el pub The Bird and Baby, charlaban sobre asuntos literarios, históricos, mitológicos, sociales y religiosos) y a quien le dedicó el libro Cartas del diablo a su sobrino. La religión fue un asunto clave en la vida y obra de C. S. Lewis. En sus años mozos renegó del cristianismo y se manifestó ateo buscando respuestas en asuntos esotéricos. Con el paso de los años y en su madurez, influenciado, entre otros, por George MacDonald, Chesterton y el propio Tolkien (aunque el autor de El señor de los anillos era católico y Lewis anglicano), recuperó su fe y se convirtió en uno de los principales apologistas cristianos de la época. Sus familiares y amigos le llamaban Jack, nombre que adoptó después de que su perro Jacksie falleciese atropellado cuando Lewis todavía era un niño.


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