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30 de junio de 2009

«ELÍ, ELÍ, LAMÁ SABACTANI»

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         «Elí, Elí, lamá sabactani». Según los Evangelios de Mateo (Mt. 27, 46) y de Marcos (Mc. 15, 34), éstas son las últimas palabras de Jesús antes de morir. En los mismos Evangelios aparece la traducción como «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Es una frase polémica, controversial y, por lo menos para los creyentes, perturbadora. Cuando las personas me dicen que la Biblia es un libro lleno de modificaciones en beneficio de los cultos cristianos históricamente hegemónicos, siempre me pregunto por qué entonces no retocaron o incluso eliminaron esta frase. Muchos se han aprovechado de ella para desarrollar teorías satánicas o anticristianas (un ejemplo contemporáneo es la novela El evangelio del mal, de Patrick Graham, que usa esta frase para sostener la renuncia de Cristo al mundo celestial). Así, esta frase inspira más dudas que certezas, más perturbación que tranquilidad.

         La interpretación que dan las Biblias católicas (al menos las que tengo yo) se refiere a una alusión de Cristo al Salmo 22, que comienza justamente con estas palabras y que se relaciona tanto con el suceso de la crucifixión que por momentos parece una versión de él. La alusión a este salmo, a pesar de comenzar con palabras tan oscuras, manifestaría un mensaje de esperanza, ya que esta oración termina con el triunfo de la fe y la esperanza en Dios. A continuación me gustaría dar una interpretación personal y alternativa, que no niega la oficial, pero que tal vez pueda ampliarla. Por supuesto que no intento ser original. De hecho, supongo que muchas personas piensan como yo, sólo que, a lo mejor, nunca lo expresaron por escrito[1].

        Ahora bien, en su carta a los romanos, Pablo afirma: «Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes» (Rom. 8, 9). Esta idea del cuerpo humano como templo del Espíritu de Dios aparece también en los Evangelios, específicamente en el de Juan, cuando Jesús alude a la destrucción y reconstrucción del templo de Jerusalén (Jn. 2, 18-22). Por otra parte, en la película Jesús de Nazareth, de Franco Zefirelli, aparece en esta escena una frase que, si bien no es original del Evangelio de Juan, es reveladora. Allí, Jesús dice: «Nadie puede destruir este templo si Dios aún habita en él». Por esto, y a partir de las citas anteriores, podemos pensar que para que Jesús muriera en manos de los romanos, no tenía que tener el Espíritu (o la Presencia) de Dios en su interior. Para que el templo (que era su cuerpo) pudiera ser destruido (asesinado), Dios tenía que estar fuera de él. Por esto las palabras de Jesús: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Fueron una forma rápida y práctica de dejar en claro que al matarlo a él no estaban actuando sobre su divinidad, sino sobre su costado humano[2].
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         Cristo nunca fue tan humano como cuando murió en la cruz. Tal vez por eso dijo «Elí» (Dios) y no simplemente «Abba» (Padre), como solía hacerlo. No solamente el Padre se alejó de él en ese momento, sino su entera divinidad. Así, completamente hombre, queda en manos de los hombres. Y por último, cuando resucita, como Hijo vencedor y Dios Él mismo, lo hace porque el Espíritu del Padre retorna a su cuerpo, devolviéndole la divinidad y, con ella, la vida.

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[1] Me gustaría saber de otra u otras interpretaciones. Quien sepa alguna explicación alternativa, lo invito a compartirla en los comentarios. Estoy principalmente interesado en las versiones protestantes, de las cuales no estoy informado.

[2] Podríamos preguntarnos por qué Jesús utilizó una forma interrogativa, pero pensemos por un momento cómo hubiese sonado una afirmación: «Dios mío, me has abandonado». Esto hubiera sido aún más confuso y perturbador. Preguntarnos, además, por qué no dio una explicación más clara es un absurdo. Basta ver La pasión de Cristo para darse cuenta de que Jesús no estaba en condiciones de dar ningún tipo de explicación elaborada.
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